Bien, como veis, había de todo, fanáticas de unicornios con trenzas de pony de colores, adictas a la coca-loca, enamoradas de lo natural y ecológico, no pisaban un Royalauto ni de churro, pero en las noches en las que tanta verdura y comida ecológica les tentaba con hacer alguna "locurilla", iban al 24 horas y se ponían ciegas a patatas fritas y pedían una hamburguesa doble con queso y bacon (Las pobres tenía alucinaciones de zanahorias y tomates cherry, al menos, no eran pepinos y berenjenas..., a sus padres les hubiera preocupado más ese tipo de pensamientos, así que hacían la vista gorda)
Nuestra princesa, hacía todo esto, lo que se le mandaba, de buena gana, pero lo de los zapatos..., encerrar sus pies, no estar en contacto con la madre Tierra, a ella le deprimía enormemente. La primera vez que lo intentó, se cayó mientras realizaba el saludo real a todos los súbditos, creyó morir de vergüenza, porque aunque alguien se hubiera osado reírse hubieran rodado cabezas... No lograba borrar de su mente alguna cara tragándose la risa, normal de alguien que se cae, es algo practicamente involuntario, primero uno se preocupa, pero luego te ríes, hasta a ella le sucedía. Otra de las veces, lo intentó con unos botines del zapatero real, Blanchic, con su suela rojo frambuesa, conocidísimo por hacer el calzado más cómodo y bonito (dos cosas que son difíciles de compatibilizar, pero no imposible, parece ser) nada más salir al jardín, empezó a quedarse clavada en la pradera que rodeaba el palacio, haciendo de él un completo complejo de golf de lujo con hoyo 18 incluido porque no pudo dar más pasos. Sus padres, muy enfadados, no por lo del golf, empezaron a practicar en cuanto pillaron "el swing", hablaron seriamente con ella, y mantuvieron una breve pero intensa conversación:_ Querida hija, sin zapatos, no conocerás príncipe azul que te quiera, se quedará asqueado en cuanto los huela (sí, era muy bella, pero le olían los pies que no veas) Ella respondió muy seria: _Seré la heredera de este reino decidme ¿Para qué necesito un príncipe cianótico? (Le gustaban los tratados de medicina... para intentar encontrar una solución para controlar el hedor que emanaban sus pinreles) _Hija un príncipe vivito y coleando, que te acompañe en la vida cuando nosotros faltemos, tus amigas tampoco estén, procure descendencia al reino, te asesore en los tratados de expansión financiera (ya que el reino tenía solvencia para muchos años si no se cometían despilfarros por consejeros con intenciones de llenar sus propias arcas) y sobretodo que en los actos oficiales y oficiosos, mire mal a tu madre, haga lo indecible porque no se le haga un retrato ni escultura real, no se la tenga presente en actos oficiales y tus hijos ni la vean ni la huelan.
Ella, muy sorprendida ante esta última razón respondió:_ ¿Por qué habrá de hacer eso padre? Madre es buena, agradable, y seguro que una buenísima abuela, ella sabrá aconsejarnos _ Mientras su madre, resignada, miraba por la ventana de palacio. El rey muy digno le respondió con toda la sinceridad, claro y cristalino:_ Hijita, esa es una tradición que nos persigue desde hace algún tiempo, no sabemos porqué ni cuándo empezó, tu madre al igual que tú no soportaba ponerse zapatos y a las princesas descalzas, no las tienen en demasiada estima, aunque sean bellas e inteligentes como ella y tú, cierto que eres patosa para el calzado, pero ya lo iremos arreglando, ella lo consiguió. De este modo, la princesa puso todos sus esfuerzos en intentar probar no pisar con sus pies la Tierra de su reino, se puso unas zapatillas de paño a cuadros marrones que intercambiaba con las de cuadros grises... nadie las veía bajo sus amplios ropajes. Los príncipes empezaron a mirarla de otro modo, se quitaban sus gafas de sol, para admirar su belleza, tenían animadas conversaciones sobre medicina, artes marciales, fútbol y cotilleos de reinos colindantes. Así fue como conoció a su primer y único amor. No era azul, ni llevaba espada, era apuesto y no parecía muy cómodo en las reuniones de jóvenes. Lo notaba porque continuamente se rascaba la base del cuello, como una especie de tic. Parecía inseguro, pero cuando estaban solos se venía arriba y le contaba sus sueños e ilusiones, viajar en una calesa como una casa, con baño y ducha incluidos y, un nuevo invento que decían captaba las imágenes, sin que tuvieras que posar días en la misma postura para un retratista, con unos minutos era suficiente. Aunque sólo hubiera sido una hora, habría valido la pena, era lo más aburrido de todas sus obligaciones, y había que hacerlo, sí o sí.
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Mis "modelos" no han querido posar esto es lo que hay. |
Pasaron unos meses y por fin se decidió a pedir audiencia con su padre para pedir su mano, todo empezó a prepararse para la gran boda real, su príncipe resultó ser menos azul, bastante preparado y no dió señales de ir a mandar a su suegra a freir espárragos. Cuando el enlace tuvo lugar marcharon en una gran carroza con baño y ducha, además le habían añadido una gran cama, que se escondía de día, y él pasó la luna de miel tomando retratos, dando fogonazos de magnesio y clorato potásico en una bombilla. Ella se descalzaba y aligeraba el peso de sus vestimentas, e incluso se animó a llevar pantalones. Fue una bonita luna de miel, en la que se mostraron tal y como eran, descubriéndose el uno al otro, mirándose a los ojos, viendo más allá de los pensamientos de sus pensamientos, riéndose, disfrutando de su libertad como marido y mujer.
Cuando llegó la hora de volver,... ninguno se planteó no hacerlo, pero era una idea que les rondaba. Así regresaron y volvieron a descubrirse como reyes de un palacio, con súbditos, sus consejos, reuniones con otros embajadores, mandatarios,... Con sus zapatillas de paño reales y unos suegros que decidieron no meterse en sus vidas y hacer todos los viajes del imserso para poder bailar la conga y pasar desapercibidos.
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