Mis hijas preguntan muy asombradas ¿Cómo has podido sobrevivir sin móoooovil?! o ¡¿Qué no había aire acondicionado ni en casa ni en el coche?! ¡Quéeeeeé! Muerte por golpe de calor asegurada ¿Cómo sigues viva? Esta si que es buena... ¿Que no había McDonalds?!!! ¿Dónde ibais a comer con las amigas? ¿¿Tampoco veraneabais en la playa?? Madre mía, madre mía... Vosotros estáis vivos de milagro.
Bueeeeno... Mis hermanos y yo, he de confesar que un poco sí.
En la década de los 70 a los 80, cuando peor estaba el conflicto de la ETA, había muchas manifestaciones y nosotros vivíamos en San Sebastián. Mi hermana y yo íbamos al mismo colegio, frente al río Urumea. Cuando había disturbios en la calle, las monjas nos bajaban al gimnasio del colegio, nos tumbaban en el suelo encima de colchonetas y proyectaban películas del Zorro, pero las de verdad, en blanco y negro, con el doblaje por un lado y los actores como "Monchito" el muñeco del ventrílocuo. Aquello era sensacional para una niña como yo, supongo que para mis compañeras igual, allí no lloraba nadie, se escuchara lo que se escuchara fuera, que era poco. Yo debía tener 3 años, no más.
Mi madre esperaba en casa, mientras mi hermana, 5 años mayor que yo, me cogía de la mano y sorteábamos manifestantes y pelotas de goma. Sí recuerdo pasar miedo una vez, pero no fue sólo una.
Tuvimos la suerte de vivir en una ciudad con playa y de las más bonitas de España, pero las constantes anginas de la mona de turno, aconsejaban un ambiente seco, así que ¡A Soria! Un pueblín que se llamaba El Rollo, una casa en medio de un bosque, mis hermanos haciendo cabañas y jugando al fuerte comanche, ir a la tahona a por pan y pimientos asados,... Volvíamos a casa unos días y otra vez montados en el Renault 5 blanco los 7 más los periquitos, sin cinturón, entre las piernas de mi hermano mayor. Afortunados que todos fueran flacos, cabíamos perfectamente, otras veces me tumbaban en la bandeja de atrás y me dormía, pero a mi padre no le gustaba, no fuera a hundirla. De San Sebastián a la Puebla de Montalbán, en Toledo, sin parar, sin comer, ni ocurrírsenos protestar que se repartían pellizcos y yo estaba en primera fila de combate. Mi madre me desmiente (como las casas reales) y yo le digo que sí, claro, cuando nos mareábamos, y nos daban una tónica, aquello te remataba definitivamente, y cuando ya habías vomitado hasta la primera papilla, al coche otra vez, cuando abrías la puerta, sonaba como al destapar una botella de champán, ni que decir del acartonamiento-entumecimiento de cuerpo. Pues esto se repetía tres veces al año. lejos de parecer una tortura, era el premio que esperábamos todos. Aquellos veranos en La Puebla... Con las primas. Dormíamos de dos en dos, de tres en tres, cabeza pies, nos daba igual.
Todos los veranos preparábamos una obra de teatro que nos tenía entrenidas durante gran parte del verano, hacer un guión no se hace de un día para otro, las canciones las cantaban sólo mis primas, tenían unas voces, supongo que seguirán teniéndolas, de coro de ángeles, y yo pues movía la boca, que ellas solitas hacían el alto y el bajo, luego yo imitaba a Sara Montiel, mientras mi prima me entrevistaba,... Cada año venían los primos de nuestras madres a vernos, y teníamos taquilla!! No éramos nada altruistas.
Salir al fresquillo con Lola la pelirroja, la hija del barbero, la Sole (la Sole era La Sole), Isabelita , hija del "pinchaculos", madre mía qué tortas nos daba cada vez que le decíamos eso... porque ella era la hija de Don Rafael, el practicante. Otras veces se unían alguna prima que otra lejana o primos.
Nuestros padres tranquilos que estábamos entre primos, ni móvil ni nada, estress minimizado por la llamada al móvil que no existía.
Las siestas eran sagradas, los helados de barra, la visita a las monjas encerradas, ir a casa de la abuela Piedad (los abuelos paternos de mis primas mayores) y hacer labores con sus tías, esas tardes de patio, paseos a la Soledad (no es que yo hiciera introspectivas ya, es el paseo a la ermita) ir de una casa a otra, la de tía Vicenta era muy divertida, tenían un columpio en medio del patio con el riesgo de dar la patada a cualquiera, y los nombres que eran de traca... ¿En qué estarían pensando esos tíos? ¿En la realeza de los Hamsburgo? Luisa Fernanda, Antonia, Marta, Virginia, Beatriz, Juanjo y Luis, No en ese orden... La tía Ramona tampoco se quedó atrás: Piedad, Olvido (Olvidito) y Cristina, que era la que se salvaba pero la llamamos Tita...
La piscina de los Molinos, mi tío Quique dándonos volteretas que nos hacían volar al techo de madera, bailar encima de los pies de mi hermano mayor..., la huerta, Alejandro, "el huertano" que era el que llevaba las tierras, los alacranes que siempre había uno que picaba a mi primo Paquique, debe ser inmune a la picadura de tantas veces.
Ir a rezar el rosario todas las tardes, que un día casi quemamos al patrón del pueblo, menos rezar todo nos valía y en la iglesia se estaba fresquito (Digo yo que algo computará)
La cena de todos juntos con vino y casera, porque sí, nos daban a probar vino, nos afectaba menos que una coca-cola.
¿Quién podía echar de menos el móvil?¿La tele? Que la mitad de las veces se rayaba ¿La playa? Cuando íbamos nos aburríamos y se nos escocía la entrepierna, menos mal que éramos muy acuáticos y "camaleónicos", nos adaptábamos rápidamente. No volvería atrás ni con carrerilla, pero esos veranos eran fantásticos. Sólo quiero que los de mis hijas sean la cuarta parte de lo que fueron los míos, y os aseguro que mal no lo pasan.
Pa los veranos en los pueblos!! Son lo mejor!
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Mi abuela Paz, nada más que decir... |
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